Cien mil segundos
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La historia tras el vino: Cien mil segundos

Cien mil Segundos es nuestro segundo vino y esta es la historia que se esconde tras su nombre. Pero también es la historia de una mina, de un calendario y de una familia.

Cuando yo era pequeña (parece que hace un siglo), nadie me enseñó a silbar pero sí me enseñaron a imaginar y a mirar las estrellas. Él fue parte de mis veranos en el pueblo. Teníamos la huerta, el gato, la radio y pasábamos las semanas jugando. A pesar de adorar las historias, no recuerdo que me contase la historia de su familia.

Recuerdo cómo pintaba animales, tallaba lunas de madera, hacía aviones de juguete, conocía las constelaciones. También recuerdo ensuciarme las manos jugando con su caja de minerales. Mi abuelo se llamaba Pedro y nació en 1926. Fue andaluz toda su vida. Trabajó y formó una familia en Cataluña.

Sus padres vivieron en Nerva (Ismael 1888 y Cecilia 1889)

Tuvieron seis hijos, todos ellos hombres. Mi abuelo era el sexto de los hermanos. Ismael trabajó en la mina desde muy joven. Ésta era explotada por una empresa inglesa bajo el nombre de Río Tinto Company Limited. Calcinaba cobre al aire libre en unos montones creados de manera artificial, a los que llamaban “teleras”. Estos montones emitían durante meses un humo tóxico que impregnaba el valle. Los humos generaban una nube sobre la población en los días sin viento y lluvia ácida en el peor de los casos.

En esos años tuvo lugar una de las primeras manifestaciones medioambientales contra la contaminación de la zona. Convirtiéndose en uno de los símbolos del ecologismo actual. Muchas personas enfermaban y pedían un “aire limpio y sin humos”. Además demandaban mejores condiciones laborales en la mina. Más de 12.000 personas se concentraron un 4 de Febrero de 1888 y 100 murieron. Le llamaron el año de los tiros. Mi bisabuelo continuó años más tarde la lucha por la calidad de vida y el trabajo de los obreros.

Cuando llegó la guerra, en 1936, se ocultó en la sierra con sus hijos más mayores.

Nos une que no creía en bandos ni en banderas. No quería la guerra para sus hijos: Germinal, Helios, Ismael, Flores, Cecilio y Pedro. Dos de los nombres de sus hijos provenían del calendario republicano Francés, instaurado tras el comienzo de la república francesa, hace más de 225 años.

“Las revoluciones no se hacen: llegan. Una revolución es un desarrollo tan natural como el de un roble. Proviene del pasado, sus raíces llegan a tiempos muy remotos” Wendell Phillips

Los creadores de este calendario revolucionario, fueron matemáticos y astrónomos que adaptaron el sistema decimal al año solar.

Había 12 meses de 30 días cada uno. Las semanas tenían 10 días, los días 10 horas, las horas 100 minutos y cada minuto 100 segundos. Los días no eran más largos pero tenían cien mil segundos. Uno de los objetivos de este calendario era eliminar las referencias cristianas del calendario gregoriano. Con la ayuda de un poeta, pusieron nombres a los días y los meses, siendo estos nombres referencias a la naturaleza.

El inicio del año, se establecía con el momento del equinoccio de Otoño y el primer mes del año se llamó vendimiario, por ser el mes donde daba comienzo “la vendange” (la vendimia). El primer día era “le raisin” (el racimo). Esta nueva coincidencia había despertado mi lado más romántico y noté como era necesario que nuestro vino tuviese una verdad alternativa detrás.

Vendimiario (vendimia), brumario (bruma), frimario (escarcha) eran los meses otoñales. Nivoso (nieve), pluvioso (lluvia) y ventoso (viento) los invernales. Germinal (semilla), floreal (flor) y pradial (pradera) era la primavera. Por último, Mesidor (cosecha), termidor (calor) y fructidor (fruta) el verano.

Quizá todo sea una fantasía

Y mis pequeños descubrimientos hayan hecho que yo hoy os cuente esta laaaaarga historia, pero en el momento de poner nombre al vino, la palabra germinal, como inicio de un nuevo proyecto, me retumbaba en la cabeza. Después de recordar que era el nombre de un familiar, compré una versión del calendario por internet y pregunté sobre mi bisabuelo a mi madre.

Esta historia no finaliza con el vino. Y la realidad de este vino, no comienza con el calendario, ni con la mina, ni tampoco comienza con mi familia. Este vino comienza con una vendimia hace un año en una viña de Navarra y con una ilusión de 3 personas de crear algo nuevo. La realidad de la historia pasada quizá no sea del todo concreta (mi investigación no ha sido para escribir una tesis), pero el vino sí.

El vino Cien mil segundos es auténtico y verdadero. Mis días desde entonces, desde que existe El retrogusto es mío, han pasado a tener cien mil segundos. A fin de cuentas, yo decido cual es mi realidad, porque la invento todos los días.

3 thoughts on “La historia tras el vino: Cien mil segundos

  1. Francesco cassano dice:

    Fantástica historia!!! Tiempos pasados y presentes se concretan de forma mágica en un elemento como en vino, tan unido siempre a la tierra, al trabajo, los elementos y la cultura. Deseando probar esos cien mil segundos!

  2. Maribel dice:

    Pero que historia tan interesante que yo desconocía!!
    Creo que este vino se merece unos segundos de mi día y probarlo

  3. Marisa dice:

    Ana me ha gustado mucho nuestra historia y me ha emocionado! Un beso
    Sigue escribiendo, lo haces muy bien.
    Tu tía Marisa

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